La adolescencia es una de las etapas de nuestra vida más complicada, si no la que más, y eso resulta especialmente relevante en los chicos y chicas con Síndrome de Tourette. Si ya de por sí en estas edades las hormonas se encuentran bastante revueltas y la rebeldía vive su máximo apogeo, en estos chicos y chicas todo adquiere un grado superlativo.

Los numerosos trastornos asociados que sufren acrecientan un comportamiento alterado y difícil de entender si no se conoce el problema que padecen, pero que a pesar de su complejidad quedan claramente reflejados en los diversos estudios y publicaciones que existen sobre el tema y que podemos encontrar muy fácilmente simplemente navegando por Internet. El problema del entendimiento y de la comprensión del trastorno se reduce básicamente a una cuestión de voluntad, porque la información existe.

En el ámbito de la educación la problemática se multiplica, ya que además del profesorado hay que contar con la aceptación de los compañeros, que muchas veces descargan sobre ellos sus burlas y sus iras, llegando a crear un verdadero problema de acoso en las aulas e incluso fuera de ellas. Para evitar precisamente este problema juegan un papel crucial los educadores y rectores del centro, que deben velar por que se cumplan los derechos del menor y adecuar su educación a las necesidades de su problemática. Pero ahí comienza el problema.

Tal y como está estructurada la enseñanza en estos momentos, nos encontramos que en educación secundaria un buen número de los profesores se encuentran impartiendo clases allí porque no han podido obtener plaza en la Universidad, lo que les crea una frustración y un desinterés por su trabajo que les impide lograr la empatía necesaria con los alumnos para generar un ambiente adecuado para el aprendizaje del alumnado. No podemos olvidar esta causa como una más de las responsable del fracaso escolar actual. Con este tipo de profesorado, el alumno con Síndrome de Tourette está completamente desahuciado, y si además la Junta Directiva del Centro está formada por estos individuos, el resultado es en la mayoría de las veces, un peregrinar de Centro en Centro hasta ubicar al chico o la chica en alguno mínimamente comprensible con su problema.

Aunque si tienes la suerte de encontrar la comprensión y el apoyo necesario por parte del Centro, pero algunos de los profesores se niegan en rotundo a colaborar y a aplicar las técnicas adecuadas para un alumno con Síndrome de Tourette y su única solución es aplicar medidas disciplinarias injustas y excesivas con el único fin de buscar su expulsión del Centro, no existen recursos ni por parte de la Directiva ni el compromiso firme por parte de la Inspección para corregir la conducta de esos profesores e incluso aplicarles el correspondiente régimen disciplinario. La autonomía de cada profesor está por encima de los derechos del alumno, quedando éste a merced de la profesionalidad del educador.

Faltan leyes que protejan a los chicos con este tipo de problemática como los Tourette de aquellos comportamientos discriminatorios e incluso vejatorios que sufren por parte de algunos profesores que no merecen esa titulación.

Por todo esto, pedimos a nuestros gobernantes el impulso político necesario para erradicar este problema de nuestras aulas y hacer cierto el compromiso educativo con la diversidad.

Alfredo García.